Proyectos de salud ocular para reforzar los sistemas públicos de salud

Me llamo Margarita Soler Fernández soy óptico-optometrista y conozco las dificultades que conllevan las deficiencias visuales en primera persona por que mi visión no es todo lo buena que querría. Conozco el problema y lo padezco. Quizás esto sea lo que me llevó a elegir mi profesión.

 

No conocer un problema no significa que no exista

Comencé en la cooperación en 1998 y mi primera experiencia fue el proyecto de salud visual que realizamos en la selva amazónica de Ecuador. Fue allí cuando descubrí lo diferente que puede ser este mundo. Recuerdo el impacto al llegar, pero no fue hasta que empezamos a trabajar en las diferentes comunidades cuando fui plenamente consciente de lo necesario de estas acciones.

No podía olvidar esa idea tan extendida según la cual allí no había grandes problemas de visión (no conocer un problema no significa que no exista) y que existían otras prioridades (como si no fuese posible actuar en diferentes frentes). También me convencí de la importancia de la formación del personal local para continuar dando la atención optométrica a la población.

Mientras escribo esto me viene a la memoria todas aquellas veces en las que me decía a mí misma “¡Qué suerte has tenido!”, y me preguntaba cuál hubiera sido mi futuro de no haber nacido en un país de los que llamamos desarrollados. En este proyecto decidí que continuaría aportando mi granito de arena.

La niña no quería quitarse las gafas de prueba

Después vino el proyecto de Marruecos, en 2001, del que guardo especialmente un recuerdo concreto: una niña albina de unos 8 años que acudió a la consulta donde se estaba dando el curso práctico a los enfermeros en Tánger.

Como no veía entró de la mano de su madre y Zekry (enfermero que recibía en ese momento la formación) le hizo la refracción tras la cual consiguió mejorar su visión hasta el punto de no depender de los demás.

Nunca olvidaré las caras de la niña, de su madre y del propio Zekry. Si tengo que poner rostro a la felicidad, sería el de ellos. Tampoco olvidaré la reacción de la niña cuando intentamos retirarle las gafas de prueba, cómo las sujetaba llorando y pedía que se las dejáramos.

En ese momento entendí que el servicio que intentábamos poner en marcha allí debía seguir funcionando después de que nos fuéramos. Debía ser independiente, por lo que nos encargamos de asegurar la financiación y el suministro de los materiales necesarios para que así fuera.

Integración de las unidades óptico optométricas en el sistema de salud público

Siguieron otros proyectos en Burkina Faso, Marruecos y Guinea Ecuatorial, cada uno con sus particularidades propias de cada país. En cada ocasión buscamos, siempre que fuera posible, reforzar el sistema sanitario mediante la integración de las unidades óptico optométricas en el sistema de salud público, persiguiendo siempre su propia autonomía.

Cada uno de ellos supuso un nuevo reto. Recuerdo la incertidumbre que sentía, las dudas que me asaltaban por el desconocimiento del país y de sus gentes, cómo me confundían muchas situaciones y la manera en que todo ello se fue transformando en satisfacción a medida que superábamos las dificultades e íbamos alcanzando los objetivos marcados.

No puedo acabar sin dar las gracias a los cooperantes de los diferentes países, al personal de la oficina y voluntarios de medicusmundi, a los voluntarios de Mira por Sus Ojos, al personal formado en los distintos proyectos y, de forma muy especial, a Zekry, que fue importantísimo en el desarrollo de los proyectos de Marruecos y en mis estancias allí. Su familia y él me hicieron sentir como en casa. Todo esto no hubiese sido posible sin el trabajo de todos y cada uno de ellos.

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