25N | Mujeres, Paz y Seguridad: la paz empieza en casa, se construye en comunidad y se defiende en el mundo
Cada 25 de noviembre recordamos que la violencia contra las mujeres no es inevitable ni natural, sino una vulneración grave de derechos humanos que atraviesa hogares, espacios de trabajo, calles, instituciones y también los conflictos armados.
Hoy, en un momento en el que el mundo vive más guerras que en las dos últimas décadas, esta fecha adquiere una urgencia especial.
Las violencias basadas en el género no son un fenómeno aislado: están profundamente conectadas con la inseguridad, con las crisis humanitarias y con los conflictos armados; partiendo de discriminaciones de género estructurales en nuestras sociedades contemporáneas que se entrecruzan con factores diversos (edad, raza, etnia, nivel de ingresos, etc.) aumentando exponencialmente la vulnerabilidad de las mujeres y niñas frente a las violencias.
Así lo recoge la Agenda sobre las Mujeres, la Paz y la Seguridad, aprobada hace 25 años por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que estableció un principio básico:
No puede haber paz sostenible sin igualdad de género, ni igualdad de género sin paz.
Un mundo que se arma más de lo que cuida
En un contexto global marcado por el aumento de los conflictos, los presupuestos para la guerra crecen a un ritmo histórico, mientras que los fondos destinados a la paz, la igualdad y la protección de los derechos humanos se reducen. Esta desigualdad en la inversión no es neutra: sus consecuencias recaen de forma desproporcionada en mujeres y niñas, quienes enfrentan mayores riesgos, menos protección y un acceso limitado a espacios de decisión.
Mientras el gasto militar aumenta (2,7 billones de dólares en 2024) la financiación para la igualdad va en retroceso con menos del 0,5% de los fondos destinados a países en conflicto llegando a organizaciones de mujeres, a pesar de ser actores clave en la construcción de paz. Una brecha financiera que se traduce directamente en menos protección, menos prevención y menos participación.
De este modo, un cuarto de siglo después, los compromisos adquiridos por la Agenda de Paz y Seguridad siguen lejos de cumplirse y solo uno de cada diez procesos de paz incluye mujeres negociadoras, una brecha que limita la sostenibilidad de los acuerdos y la protección de las comunidades. Al mismo tiempo, las mujeres siguen sufriendo impactos específicos y desproporcionados en los contextos de conflicto, lo que Medicus Mundi Sur conoce de primera mano a través de sus intervenciones en Malí y Burkina Faso, países asolados por el conflicto del Sahel. En estos la violencia sexual es utilizada como arma de guerra y ha aumentado un 87% en los últimos años, y persisten barreras para acceder a atención médica, justicia y reparación.
Este escenario evidencia que la Agenda de Paz y Seguridad con enfoque de género sigue siendo una tarea pendiente y urgente. Incorporar la perspectiva de género no es un añadido: es una condición esencial para construir sociedades más seguras, justas e igualitarias.
Sin recursos suficientes, sin participación significativa de las mujeres y sin medidas para detener las violencias estructurales, la paz seguirá siendo incompleta y frágil.
La paz empieza en nuestros entornos más cercanos
La paz no solo se negocia en conferencias internacionales sino que se construye cada día en nuestros espacios personales. Es ahí donde aprendemos qué significa el respeto, la igualdad y la resolución pacífica de los conflictos.
Cuando una comunidad tolera la violencia doméstica o el acoso sexual en el trabajo, está aceptando que la violencia sea parte de lo cotidiano. Y cuando una parte de la población llega a justificarla, deja de ser un problema privado para convertirse en una vulneración estructural de derechos humanos.
La violencia de género y la violencia armada comparten raíces profundas:
- relaciones de poder desiguales,
- normalización del control y la dominación,
- estructuras sociales que silencian a las víctimas,
- sistemas que no protegen ni garantizan justicia.
Por eso, trabajar por la paz implica trabajar contra la violencia machista, desde la intimidad de nuestros espacios personales hasta los escenarios de guerra.
Lo global desde lo local: la estrategia de Medicus Mundi Sur
En el Sur global, estas conexiones entre paz, derechos y violencias contra las mujeres son una realidad cotidiana.
Las violencias basadas en género se intensifican en contextos de fragilidad y en Medicus Mundi Sur lo vemos cada día en países como Burkina Faso y Mali, dos países atravesados por la pobreza estructural, la inseguridad alimentaria y la amenaza constante de grupos armados; lugares donde los ataques se suceden cada día y donde hay miles de personas desplazadas que viven en campamentos o en comunidades de acogida.
En estos entornos trabajamos para proteger a las niñas y mujeres víctimas supervivientes de violencias basadas en género, creando mecanismos de quejas en caso de abusos, formando a personal sanitario en atención a violencia sexual en contextos de conflicto, y fortaleciendo liderazgos femeninos capaces de transformar sus comunidades a través de grupos de mujeres defensoras de la paz y la cohesión social en sus territorios. Logrando proteger los derechos vulnerados de las mujeres y niñas víctimas de violencia y generando herramientas que hoy son referencia para erradicar, prevenir, detectar y atender integralmente las violencias de género.
Nuestras intervenciones en esta área se articulan entorno a estos ejes clave:
- Prevención y sensibilización, desmontando mitos dañinos y generando diálogo comunitario sobre prácticas nefastas como las violencias sexuales y domésticas: la mutilación genital femenina, el matrimonio precoz, la poligamia o la exclusión de mujeres mayores.
- Fortalecimiento institucional, formando a personal sanitario, social y policial, creando protocolos y mejorando la atención a las víctimas desde un enfoque de derechos.
- Coordinación interinstitucional, tejiendo alianzas que permiten una respuesta integral, coherente y culturalmente adaptada para proteger a mujeres y niñas.
- Establecimiento mecanismos de quejas frente a abusos para las mujeres y niñas inmersas en territorios con una gran incidencia de conflictos y ataques armados contra la población así como en aquellos donde se concentra la población desplazada interna que huye de la violencia y el conflicto.
La experiencia nos ha demostrado que cuando las mujeres lideran, las comunidades cambian, y cuando las instituciones funcionan, la paz deja de ser abstracta y se vuelve real y cotidiana.
De los espacios personales a los parlamentos: todas las mujeres y niñas libres de violencia
Las historias de mujeres que defienden la paz —desde África hasta Oriente Medio, Europa del Este o América Latina— manifiestan que :
- La violencia contra las mujeres no empieza en la guerra, suele empezar mucho antes, en dinámicas normalizadas dentro estos espacios donde el hogar es clave.
- La exclusión de las mujeres de las decisiones políticas no es casualidad, sino parte de un sistema que también permite su violencia.
- Cuando las mujeres se sientan a la mesa, la paz es más estable, más democrática y más justa.
- La igualdad no es un lujo en tiempos de crisis: es la condición mínima para que una sociedad pueda llamarse pacífica por que la paz se construye educando, cuidando y garantizando derechos.
Debemos seguir trabajando por un mundo donde todas las niñas y mujeres vean su derecho a la vida y a la integridad protegidos, vivan libres de violencia y con oportunidades para crecer y decidir sobre sus vidas; porque la paz comienza en lo personal, pero solo se convierte en verdadera cuando se extiende a cada rincón del mundo.
